Cómo empecé a sanar mi ansiedad, alergias y otras enfermedades

Cómo empecé a sanar mi ansiedad, alergias y otras enfermedades


Aclaración inicial

Antes que comiences a leer esta historia, creo que es importante hacer una serie de aclaraciones:

  • Me desnudo emocionalmente en este post para compartir contigo mi proceso de sanación. Probablemente te sientas identificado o te sientas irritado porque no entiendes nada. No quiero convencerte de nada, solo quiero mostrarme lo más auténtica posible para que sepas que estés pasando por lo que estés pasando, siempre hay herramientas que te pueden ayudar en tu proceso, empezando siempre por el asumir tu parte de responsabilidad.

  • Todo lo que voy a contar a continuación, está basado en MI PROPIA EXPERIENCIA.

  • No niego la medicina tradicional; hasta ahora he seguido todas las pautas, recomendaciones y tratamientos, pero llegué a un punto de estancamiento que no me daba las respuestas que buscaba y empecé a indagar otras alternativas.

  • No tengo la verdad absoluta. Cada uno tiene que buscar su propia verdad.

Contexto

Cuando se habla de experiencias personales, creo que es muy importante puntualizar que el contexto siempre es importante en cada historia, porque aunque alguien decidiera seguir los mismos pasos que yo, es posible que no parta desde el mismo punto o no le funcione lo mismo que yo hice. Puede que no sea tu camino o puede que al menos te inspire para iniciar el tuyo.

Desde bebé, me diagnosticaron múltiples alergias alimentarias, dermatitis atópica, asma y rinitis alérgica. A medida que fueron pasando los años, desarrollé, además, Esofagitis Eosinofílica, una supuesta Celiaquía (a día de hoy mal diagnosticada), hernia de hiato, papiloma humano y herpes. En 2022 me rompí por ansiedad y ahí comienza mi historia de sanación. He vivido toda la vida dependiendo de fármacos, hasta ahora.

En este artículo, me centro más en todo lo que he puesto en práctica a partir de 2013 y en concreto, desde 2019. Si quieres conocer mi historia más en profundidad antes de 2013, en el último apartado de este artículo, narro mi experiencia desde que era un bebé, cuando intentaba sanar/ mejorar mis alergias (más bien, mis padres eran quienes lo intentaban). 


Mi historia de sanación

Más que titular esta apartado como “mi historia de sanación” en realidad debería haberlo hecho con “mi historia de transformación personal” porque fue lo que realmente me llevó a la sanación, que al final es un resultado; una consecuencia. ¿Dónde comenzó ese proceso? ¿Cuál fue ese punto de partida?

Tras un diagnóstico de alergia alimentaria y ambiental, Esofagitis Eosinofílica, dermatitis atópica, una supuesta “enfermedad celíaca”, dermatitis atópica, herpes, papiloma, entre otros, viví toda mi vida dependiendo de un tratamiento farmacológico; en muchas ocasiones creyendo que sería para toda la vida.

Todo se remonta, quizás, al año 2013, donde comienzo un “pequeño” despertar. No quiero llamarlo “espiritual” (todavía) porque en realidad fue un encuentro con las emociones que yo misma me negaba. Tras una ruptura de pareja a mis 21 años, me sentía muy perdida, dolorida y no dejaba fluir el dolor que tenía acumulado en mi pecho …

¿Qué tendrá que ver esto con mi historia de sanación?

Creo que somos un todo y todo lo que cuente aquí va relacionado con lo siguiente y tiene mucho sentido cuando juntas todas las piezas. Continúo; me habían recomendado una sesión de Reiki (a lo que yo, escéptica de mí) negué desde el principio, hasta que el dolor me consumía y decidí abrirme a la experiencia. Me sorprendió mucho lo liberador que fue para mí, pues conseguí llorar todo aquello que había reprimido. Ese fue el principio de un camino de autoconocimiento, mayor conciencia de mis emociones y descubrimiento de muchas herramientas que se encontraron en mi camino. Una de ellas, y probablemente la más conocida, fue la meditación. Si ya lo estás pensando, quiero quitarte esa idea de la cabeza de que meditar es solamente “dejar la mente en blanco”. Para nada, va muchísimo más allá (desde ser consciente en cada momento de lo que sentimos y percibimos hasta indagar un poco más en nuestros pensamientos), y eso fue lo que comencé a descubrir en ese camino.

Por cosas de la vida y a mis 21 años, me alejé de esa parte que había empezado a descubrir y comencé a vivir una vida quizás un poco más superficial, desconectada de nuevo de mis verdaderas necesidades y conectada con mis heridas que se proyectaban en todas las situaciones de mi vida (heridas de abandono, de rechazo, de autoestima …) Mi salud empeoraba, y mi ansiedad, también.

La gota que colmó el vaso fue, que en el mismo año (2019) viví una ruptura muy dolorosa y la muerte de mi padre repentina.




Y poco después, la pandemia llegó a nuestras vidas. En ese entonces, comencé un tratamiento integrativo mediante la psiconeuroinmunología (cuento la historia aquí). Fue algo que por aquel entonces me ayudó mucho a hacer un “reset” de mi sistema digestivo. Me desinflamé mucho y empecé a encontrarme mejor en general. Pero mi ansiedad no me daba un descanso. Muchos conflictos que resolver y muchas cosas de las que hacerme responsable. Sentía que estaba viviendo muchas situaciones juntas y que “la vida no me daba una tregua”. Comencé a ir a terapia psicológica en 2021, desbordada. Empecé a trabajar mi autoexigencia, que era una de las principales causas raíz de esa ansiedad, además de la que me causaban las alergias y la sensación de que a cualquier cosa que me expusiera, podía morirme. Al poco de comenzar terapia, viví una de las situaciones más duras de mi vida y tuve que tomar una decisión muy difícil. Más ansiedad.

Mi cumpleaños de 2022 lo pasé en el hospital tras soplar las velas de mi tarta llena de yema de huevo batida (a la que era alérgica) y “no se habían dado cuenta”.




La vida me estaba diciendo por todos lados que parara, pero yo seguía, con mi trabajo por cuenta ajena, mis trabajos por cuenta propia, la universidad, mis amistades, mi familia y llenando mi agenda de planes para no encontrarme con un vacío existencial. Al poco de eso, empecé a tener mis primeras crisis de ansiedad que se hicieron insostenibles y tuve que coger una baja médica. Me sentía culpable. ¿Cómo iba a coger una baja médica con todo lo que tenía que hacer? Allí estaba mi autoexigencia de nuevo.

Comencé un tratamiento para la ansiedad que me llevó a la depresión y a tener pensamientos suicidas. Me derivaron al psiquiatra y comenzó un proceso de ensayo-error a ver cuál era el tratamiento que mejor me iba. En todo ese proceso, tuve muchas pesadillas, no me sentía yo, me sentía más triste que nunca, culpable y con muchos efectos secundarios. Yo no quería tomar nada. Quería ser yo la que tomara el control, pero sabía que no podía dejar la medicación de golpe. Comencé terapia con una segunda psicóloga específica por un proceso en el que estaba envuelta y me recomendó un libro que me hizo ver ciertas cosas en mi vida desde otra perspectiva:

Empecé a hacer algo que nunca había podido hacer hasta ahora. Total, como estaba de baja, no tenía prisa por tener que hacer 24434390 cosas a la vez, así que esta vez, podía permitirme dedicarle tiempo. Se trata de la práctica del Yoga. Comencé con clases gratuitas en Youtube. Parece una tontería, pero me ayudó a conectar mi cuerpo con mi mente. Es algo con lo que vivimos día a día y como está ahí, pegado a nosotros, creemos que estamos conectados, pero es que yo había dejado de sentir los momentos en los que debía expresar algo, no reconocía mis emociones. Estaba tan concentrada en vivir “en modo supervivencia”, que ¿Cómo iba a yo a sentir más allá de sobrevivir?

Un día, mis amigos me hicieron un regalo: una sesión de KAP. ¿Una sesión de qué? Yo creía que iba a una clase de Yoga, hasta que me encontré con 19 personas más en una sala donde estábamos todos tumbados escuchando música, y de repente, rompí a llorar en una parte de la sesión. Era un llanto que venía desde muy profundo. Un llanto incontrolable e imparable. Salí de esa sesión sintiéndome más liberada y desde ese momento tenía más facilidad para liberar emociones incómodas. Seguí yendo a esas sesiones como complemento a todo lo que ya estaba haciendo y me empezaron a venir muy bien: me sentía más conectada conmigo misma, más creativa, más empoderada, con más claridad mental, descansaba mejor y soltaba lo que necesitaba soltar en la misma sesión o días posteriores. Estaba tan empoderada, que decidí hacer algo al mismo nivel al que me sentía y fue irme a vivir a Australia. Quería tener una vida tranquila y al lado del mar. Estaba buscando la tranquilidad fuera de mí, pero de eso ya hablaremos más adelante.


Conocí una de las herramientas que catapultaron mi sanación por completo: el Breathwork. No sabía lo poderosa que podía ser la respiración hasta que la empecé a usar para poder liberarme de traumas que estaban estancados. Lo creas o no, todos tenemos una mochila emocional en la que vamos acumulando emociones no procesadas, traumas y memorias y eso se va acumulando en nuestra memoria celular haciendo que luego proliferen dolores o enfermedades. Decidí formarme como facilitadora en esta técnica y fue una experiencia totalmente transformadora para mí. Pensaba que ya estaba “sanada” de muchas cosas, hasta que empecé a liberar una “ira” que tenía atrapada desde hacía años, entre otras cosas. A nivel, consciente no podemos llegar a esos niveles tan profundos, pero existe una técnica de respiración dentro del Breathwork (la llamada Respiración Consciente y Conectada), en la que se logra apagar la mente analítica y acceder a estados subconscientes que nos permiten llegar a esas partes que de manera consciente no seríamos capaces. Y no es magia, es un proceso fisiológico. Si quieres conocer más sobre el Breathwork te invito a leer más aquí.



Cuando acabé la formación, me propuse un reto con mis mentores de Breathwork y se trataba de practicar durante 10 días seguidos respirando con la técnica que habíamos aprendido. Todas las sesiones de Breathwork que hacemos mediante esa técnica tienen un objetivo; el objetivo de esa sesión en concreto era crear la versión que quieres ser si no tuvieras “x limitaciones”.  Cuando estaba en un estado en el que mi mente analítica estaba apagada y estaba en un estado subconsciente (parte del proceso fisiológico del que hablaba antes), me imaginaba en Australia, comiendo de todo, sin usar nunca más las adrenalinas y sin sentir esa opresión en el pecho cuando una reacción aparecía. En realidad, realizar este ejercicio durante tantos días seguidos era como una especie de entrenamiento para calmar a mi sistema nervioso y mostrarle quién realmente es la que manda.

Y no lo digo yo, lo dicen mis analíticas de alergias cuando poco después de esa formación acudí a consulta de alergia y mis valores de sensibilización frente a alérgenos en sangre habían bajado considerablemente. Mi sistema inmune estaba “más calmado” y era algo muy notable. Me sentí con fuerza para comenzar a introducir alimentos (de manera controlada) a los que siempre había sido alérgica y … sorpresa: en varios meses logré introducir huevo horneado en pequeñas cantidades, champiñones, kiwi, plátano y miel. Para mí era un regalo y una auténtica locura. Jamás hubiera creído que volvería a comer todo eso. Había borrado esa posibilidad de mi mente, pero había entrenado tanto en “borrar”, “desaprender” y liberarme de todo aquello que me condicionaba y pesaba, que era inevitable que mis conexiones neuronales hubiesen cambiado, y por tanto, mi propia realidad.

Hay un libro que me ayudó mucho a entender todo este proceso, que te recomiendo como un básico:

Me mudé a Australia en 2023, sola, empoderada y aún reconstruyendo mis partes rotas. Australia no fue la tranquilidad que yo buscaba, ni de lejos. Ahí sí que estuve en modo supervivencia real; no lo que mi mente se imaginaba día a día para yo tener síntomas ansiosos. Así que creo que también el llevar a mi cuerpo a una realidad en la que “estaba en peligro” me hizo ocuparme y preocuparme de cosas tan importantes como las que estaba viviendo en ese momento, dejando atrás los pensamientos intrusivos que me limitaban acerca de mis supuestas “enfermedades”. Mi último herpes, brotó al principio de mi estancia allí y no volvió a aparecer. Viví en una casa con moqueta (lo impensable para mi rinitis alérgica) y nunca tuve un brote de alergia. Empecé a comer por intuición fuera de casa, introduciendo poco a poco más alimentos y comencé a sentirme más fuerte mentalmente. Cuando volví a España, comencé a valorar muchísimo más el sistema de sanidad que tenemos, la legislación en materia de alérgenos y la calidad de la comida. Por supuesto siempre hay cosas que mejorar, pero irte a vivir fuera te da una mayor perspectiva de otras realidades para que puedas compararlas.

En Australia, tuve la oportunidad de trabajar con cientos de personas a través de las herramientas que me ayudaron a mí (entre ellas, las más importantes; Breathwork y activación de energía Kundalini). Dicen que cuando enseñas algo o lo llevas a cabo es la mejor manera de integrarlo, y así empecé a hacerlo yo allí; sin que nadie me conociera, sola y sin nada ni nadie que me ayudara.



Ahora comprendo que se pueden silenciar síntomas, pero para llevar a la raíz hay que hacer un trabajo muy profundo, sobre todo personal, porque todos somos cuerpo, mente y emoción. Y puedes trabajar tu cuerpo para verte mejor, pero si no entrenas tu mente o gestionas tus emociones, vives desconectado de ti.

Conclusión

La conclusión a la que he llegado con mi propia experiencia es que hay muchos factores que han influido en mi sanación a todos los niveles y que muchos de ellos han dependido en mayor medida de mí misma. Esto no se trata de que alguien venga a tocarte tu puerta con la “pastillita o tratamiento milagroso”. Esto es un trabajo de búsqueda, ensayo-error  y de autoconocimiento. También pienso que no todo es un camino de rosas. La sanación no es que de repente la luz del sol atraviese tu ventana mientras los pajaritos cantan una melodía para ti cada mañana y te sientas más tranquilo que nunca. Para que eso pase, también hay espinas, hay oscuridad, hay dolor y ojalá no tengas que pasar por eso o no te quedes ahí tanto tiempo y tengas las herramientas para salir.

El equilibrio creo que también ha sido crucial para todo esto; el conseguir equilibrar el cuerpo, mente, emoción y espíritu. Porque TODOS somos eso y vivir cuidando de manera separada cada parte nos hace vivir separados de nosotros mismos.

Entendí que puedes leer los mejores libros, aplicar las mejores técnicas y herramientas, tener el mejor tratamiento, la mejor suplementación y los mejores doctores, pero si tus hábitos de vida no son saludables (descanso, actividad física, nutrición, conexión cuerpo-mente-emoción), de nada sirve. Lo dicho, la importancia del equilibrio.

Y, por último, concluyo con que vivimos esperando a que alguien o algo nos salve y debemos empezar por nosotros mismos. El contexto, factores y circunstancias de cada uno influye y el 10% es lo que te pasa pero un 90% es la actitud y las decisiones que tomas para afrontar eso que te pasa.

¿Cómo puedo ayudarte?

Siempre he pensado que uno no puede ayudar a los demás si no está bien consigo mismo. He estado en la más completa oscuridad; he pasado muchísimos baches y los he superado. En este momento, me siento mejor que nunca conmigo y a nivel de salud y me siento más preparada y con más ganas que nunca para acompañar a otras personas que estén en búsqueda de nuevos estímulos, herramientas y metodologías.

El 7 de noviembre comienza un programa de acompañamiento de 7 semanas para pacientes. Puedes ver más información aquí: